Vivía cada día como si fuera el último de los días. Su misma muerte ha sido un acto más de su anhelo hondo de existir. La muerte no le ha rendido, sino transformado a quien fue capaz de transformar la vida de millones de personas con sus creaciones. La muerte lo devuelve a todos sus seguidores, a la humanidad entera, como un genio, un visionario, un icono de la innovación y del cambio, de la tecnología al servicio del hombre. Su muerte por cáncer no le ha vencido en su dignidad, ni le apartará del recuerdo y memoria colectiva, como tampoco la muerte, su muerte no es un triunfo sobre el espíritu inquieto, trasgresor y fructífero de Jobs. Éste permanecerá en su obra, más allá de la voracidad y aniquilamiento de la muerte.
El espíritu sentiente y pensante de Steve Jobs planeará por encima de la misma muerte, a la espera de la suprema transformación, del radical cambio que a modo de advenimiento espiritual ha soñado, creído y esperado la humanidad de todos los tiempos, aunque haya sido desde credos distintos, pero siempre con la firme esperanza común de que la muerte no es el final sino el principio, de que la muerte no vence ni doblega eternamente a esta finitud que somos físicamente, como tampoco nos cierra la posibilidad de vivir, incluso en crecimiento, más allá de esta finitud, no olvidemos, heredera de la luz de las estrellas, brillantez que permanece en nosotros y que nada, incluida la muerte, el pecado, el karma, ni nadie, ni tan siquiera las deidades, podrá sustraernos, podrá negarnos.
La muerte no nos arrebata nuestro ser, sino que nos devuelve al ser más original, nos revela lo que somos y nos enseña cómo somos.
Steve Jobs, dice un panegírico, superó cada una de las metas que se impuso. También, con su grande y densa dignidad, con su coherencia personal ante su propio final (como alguien ha dicho: siguió haciendo cosas increíbles en la adversidad), ha mostrado a todos cómo podemos cambiar nuestra vida, y lo fácil que resulta hacerlo cuando tenemos voluntad decidida para hacerlo. Esta estimo ha sido la enseñanza de un “héroe del crecimiento personal”, de su entera vida entregada a los demás, desde la inteligencia, inspiración e imaginación, que ha dado frutos que permanecerán al servicio de quienes quieran y puedan beneficiarse de ellos. Y no me refiero solamente a los instrumentos de su creación, sino al ejemplo de crecimiento y cambio, a la voluntad de vencer dificultades y obstáculos, a su capacidad de constante superación y transformación, a la dignidad y congruencia personal manifestada frente a la enfermedad, el dolor y la muerte, a su testamento vital, superior a su obra: podemos y debemos superarnos constantemente como personas, podemos y debemos vivir superando a la muerte.
Todo lo demás, su personalidad ácida y autoritaria, su carácter difícil, su fortuna, sus creaciones, sus amistades, familia y un largo etcétera, carece de importancia en esta aportación para un grupo que pretende ser de “crecimiento personal”, de “superación espiritual”. Así lo entiendo, y así lo comparto con todos vosotros.
Juan G.Biedma
Juan G.Biedma
1 comentario:
...es un idolo para algunos.
Fue un hombre parece que bueno.
nuestro pesame sincero
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